Entre el 15 y 17 de junio se presentó, en el auditorio de ICPNA de Miraflores, la compañía húngara INVERSENDANCE. ‘1956: puertas sin manijas’ fue el espectáculo que, dirigido por el coreógrafo Zoltan Fodor, formó parte del XXIX Festival Danza Nueva.
El montaje se inspira en un momento histórico de la nación húngara: las manifestaciones del año 1956 en contra de la dictadura comunista. Esta movilización libertaria llegó a convertirse en una revuelta nacional que impactó en la estructura política del país. Ello tuvo como respuesta la posterior invasión del ejército soviético; el cual desbarató la revuelta, dejando a su paso un doloroso saldo de muerte y destrucción.
‘1956: puertas sin manijas’ se desarrolla en un espacio vacío. Tiene como elemento escenográfico una pared blanca en el fondo del escenario. Delante de ella, largos paneles verticales -blancos hasta resultar casi translucidos- generan una perspectiva de distancia, y crean un nuevo nivel de profundidad espacial.
Seis bailarines conforman el elenco. El vestuario que portan se distingue por una estética invernal, antigua y lejana. Tanto por el color de las prendas -negras, oscuras o en tonos de grises-, como por el largo de faldas, blusas y abrigos.
La uniformidad del vestuario coincide con la propuesta coreográfica. Pues ésta -si bien cuenta con algunos solos, dúos y tríos- se fundamenta en la composición colectiva. Así, la obra está compuesta, principalmente, por secuencias de movimiento en unísono, variaciones en canon y alternancia, y desplazamientos conjuntos; además de secuencias simultáneas de movimiento dispar.
‘1956: puertas sin manijas’ propone un cuerpo dramático. Torsiones, contracciones y desequilibrios conforman buena parte de los cuadros y secuencias. A ello se suman movimientos de ida y retorno, abruptos cortes a secuencias fluidas y movimiento continuo sobre el mismo punto en el espacio.
El montaje también propone un cuerpo levemente expresionista a partir del uso y presencia de repeticiones, posiciones curvas, columnas vertebrales que se sacuden y cuerpos que van hacia el piso.
La construcción coreográfica de la obra alterna con eficacia la presencia de secuencias de movimiento y la composición de cuadros metafóricos. Éstos últimos ofrecen las pistas narrativas de la pieza. Muerte, súplica, confabulación, miedo y violencia son expuestos poéticamente por cuerpos que caen, manos que se sacuden, mujeres cargadas en vilo, brazos que cubren rostros, dedos que señalan.
Esta alternancia de cuadros y secuencias se encuentra brillantemente asociada a la banda sonora de la obra. Electrónica y básicamente minimalista, su presencia sostiene la puesta sin opacar la performance de los intérpretes. Compuesta con atención al desarrollo escénico, la música guía el pulso de cada escena y ayuda a componer las diferentes atmósferas de la pieza.
Este inventario de los elementos de la obra -movimiento, cuerpo, música, vestuario, escenografía- permite poner en foco los detalles de una arquitectura escénica sólida en su concepto y ejecución.
‘1956: puertas sin manijas’ propone una composición colectiva -plástica y coreográfica- que se funda en el concepto de masa, de pueblo, de grupo de ciudadanos. De esta manera, los hombres y mujeres protagonistas de los hechos en que se basa la obra son representados por los seis bailarines.
‘1956: puertas sin manijas’ plantea un tipo de cuerpo dramático y expresionista. El cual se opone, dinamiza y equilibra con una propuesta de movimiento fluida y sinuosa. Así, drama y fluidez, facilitan la alternancia rítmica, la dinámica espacial y la creación de una narratividad que combina lo figurativo y lo abstracto.
INVERSEDANCE y Zoltan Fodor proponen una danza teatral, y no por ello menos coreográfica. Una danza teatral del movimiento. Exponen hechos históricos de su país, pero consiguen saltar la valla del tiempo y la distancia cultural. Construyen una pieza de danza donde lo coreográfico dialoga con lo plástico y lo sonoro en igualdad de condiciones y mutua interdependencia.
(*) Imagen tomada de aquí.
Concepto escénico y coreografía: Zoltán Fodor.
En escena: Bianka Bódi, Vivien ferencz, Zsóka Lendvay, Mátyás Ruzsom, Zsófia Safranca-Peti, Zsófia Széki.
Música: Attila Gergely.
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