CRÓNICA. Almacenados

Luego de presentarse entre los meses de octubre y diciembre del año pasado, ‘Almacenados’ volvió por una breve temporada a la sala del Centro Cultural de la Pontificia Universidad Católica del Perú – CCPUCP. Esta obra, dramaturgia del español David Desola y dirección de Marco Mühletaler, estuvo en cartelera durante dos semanas.

La propuesta escenográfica de ‘Almacenados’ ocupa todo el escenario del CCPUCP. En él se ha ambientado un cuidado y envejecido almacén. Su apariencia pulcra y ordenada contrasta con la antigüedad de los elementos -escritorio, reloj, teléfono, y otros- que en él se encuentran.  Esta contradicción, como se verá más adelante, no resulta gratuita.

La anécdota de ‘Almacenados’ plantea el encuentro entre el viejo y solitario jefe de un almacén, quien ejerce su última semana de funciones, y su joven reemplazo.

Las diferencias de carácter entre estos personajes acompañarán el desarrollo de la obra. Pues, mientras el viejo posee muchas manías y obsesiones vinculadas con sus labores, el joven se toma las cosas con tranquilidad y buen humor.

Serán la curiosidad, impaciencia e irreverencia del joven aprendiz el punto de partida para que, lo que debió ser un tranquilo traslado de funciones se convierta en la develación de una serie de absurdos  y secretos.

Y es que sus constantes cuestionamientos acerca del porqué el almacén se encuentra vacío, de la ausencia de llamadas telefónicas, la nula presencia de camiones de carga y descarga, o la inexistencia de pedidos, no encuentran explicación razonable en las justificaciones de su jefe y compañero.

Así, por medio de una llamada telefónica consigue enterarse que la empresa nunca ha fabricado los objetos -mástiles para veleros- que deberían almacenarse en su centro de trabajo.

Su jefe, al verse confrontado y expuesto, revela la manera en que, pese a lo extraño de la situación, logro adaptarse a tener un trabajo ficticio durante tres décadas.

Llegado a este punto, la dramaturgia de ‘Almacenados’ se ha desplazado con comodidad por los cauces de los arquetipos opuestos. Ello permite generar en el espectador una sensación de expectativa dentro de un universo seguro y reconocible.

Sin embargo, la develación de los secretos del jefe -y de la empresa- y la posterior confrontación entre los dos personajes propone un vuelco dramático al interior del texto. Pues, a partir de ese momento se pone en cuestión todos los conceptos que la obra ha ido sosteniendo: la estabilidad, la repetición de una rutina y la obediencia sin cuestionamientos en el ámbito laboral.

A ello se suma la decisión del joven aprendiz. La cual pone en evidencia la inestabilidad y pauperización del empleo, la falta de perspectivas y la resignación.

Pese a estas complejidades del diseño dramatúrgico, el director de ‘Almacenados’ apuesta por el tono de comedia para concretar un montaje profundo e inteligente. Mühletaler potencia el juego de opuestos arquetípicos que proponen los dos personajes y lo utiliza como señuelo. Así, las oposiciones joven-viejo, gordo-flaco, responsable-irreverente, maniático-relajado guían al público por los caminos seguros de la pareja cómica (con un guiño al dibujo animado de Sam y Ralph -o el pastor ovejero y el coyote- de Looney Tunes).

El estilo de comedia familiar no se abandona ni en los momentos más intensos del montaje. Así, ‘Almacenados’, firme en su intención de fortalecer los contrastes, cubre de ingenuidad -y vuelve más dramáticas- las patéticas confesiones y decisiones de los personajes.

De esta manera, pese a la intensidad de las últimas escenas -la confesión del jefe, la decisión del joven de tomar un trabajo sin futuro- el montaje presenta un tono de final feliz, que sobrecoge al espectador.

Debe mencionarse que el mencionado carácter humorístico, y el equilibrio estético, no se conseguiría sin el aporte de los actores de este montaje. Y es que el estilo naturalista de la obra, y la fuerte presencia de la palabra como guía dramática, requieren de interpretaciones solventes. Tanto Alberto Isola como Oscar Meza logran construir personajes verosímiles, opuestos, complementarios y divertidos.

Isola compone un personaje que, pese a lo reiterativo de sus afirmaciones, su discurso vertical, y su tono mandón, transmite fragilidad y ternura. Ello, junto a sus repetitivas secuencias de acciones físicas -tics, manías y recorridos-,  termina de construir un personaje entrañable. Meza, por su parte, presenta a un joven pícaro pero respetuoso, bromista pero consciente de sus límites, en la frontera entre la curiosidad y el desinterés. Ello lo consigue a través del manejo de sus ritmos y entonaciones; además de una corporalidad opuesta a la de su compañero: expresiva, plástica y ágil.

‘Almacenados’ parte de un texto inteligente y provocador, que con una historia simple y metáforas sencillas guía al público hacia un desenlace inesperado, doloroso y vigente. Su escenografía logra transmitir la sensación de soledad, vacío y absurdo que la obra propone. Las actuaciones y el tono elegido por el director logran potenciar las virtudes del texto y lidian con eficiencia con los problemas de verosimilitud del mismo (la llamada telefónica). La apuesta por un estilo de comedia familiar con final feliz fortalece el dramatismo de la obra sin optar por ser redundante ni permitiéndose ser concesivo.

(*) Imagen tomada de aquí.

(**) Otras notas sobre ‘Almacenados’ en El oficio crítico, El escenario imaginado, Las fauces de la Musa y Diario El Comercio.

Dirección: Marco Mühletaler.
Dramaturgia. David Desola.
En escena: Alberto Isola, Oscar Meza.
Diseño de iluminación: Rodolfo Acosta.
Diseño de animación: Valicha Evans.
Escenografía y ambientación: Ana Osorio y Xabi Gracia.
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