CRÓNICA. Reglas para vivir

Si bien existen situaciones cómicas que son universales, se puede afirmar que el sentido del humor es personal; no a todos les hace gracia las mismas cosas, no a todos les afecta el humor de la misma manera. Estas reflexiones surgen a partir del reciente montaje del Teatro La Plaza, ‘Reglas para vivir’; escrito por la británica Sam Holcroft y dirigida por Josué Méndez.

En esta tragicomedia, dos hermanos son acompañados por sus respectivas parejas – esposa y novia de turno – a pasar la navidad con sus padres. Cada uno de los personajes debe elaborar su estrategia de comportamiento para, en esta emblemática y, en ocasiones, tensa  reunión familiar, no cometer errores y permitir que fluya la armonía.

A partir de estas premisas, ‘Reglas para vivir’ se construye desde la dinámica de la comedia de situaciones. Y es a medida que avanza la interacción entre los personajes que se van develando secretos que alteran, inevitablemente, la relación familiar. Sin embargo, los mismos personajes tratan de ejercer un ‘control de daños’, haciendo el ejercicio de pasar por alto las molestias que van surgiendo entre ellos.

Este empeño por contener las tensiones se vuelve inútil una vez descubierto el real estado de salud del padre, otrora líder castrador y dominante. A partir de ese momento, se evidencia el absurdo de fingir que ‘todo está bien’; y son inocultables las disputas, los rencores, los celos y el chantaje emocional.

Esta estructura de presentación-tensión sostenida-explosión resulta bastante funcional para la ejecución de una comedia de situaciones. Pero no es lo único que el texto de ‘Reglas para vivir’ ofrece; pues cada uno de los personajes expone una densidad psicológica y emotiva que le otorga un importante peso dramático al montaje.

La mencionada densidad psicológica es aprovechada por el director para construir una dinámica de complicidad con el público. Así, a través de la proyección de un tablero – que hace referencia a los videojuegos – se van conociendo las debilidades y manías de cada uno de los personajes. Esto le otorga al espectador la oportunidad de conocer mejor a cada uno de ellos, tanto a partir de lo que dicen como de lo que callan. Ello permite explorar el humor desde las contradicciones en el accionar de cada personaje.

Sin embargo, es justamente ese contrapunto entre comedia y conflicto sicológico lo que pone en evidencia las debilidades del montaje.

Una de las principales es la existencia de diferentes estilos en la construcción de los personajes. Estas diferencias no afectan el aspecto dramático de la obra, pero si afectan a la comedia.

Así, Claudia Dammert da vida a una mujer neurótica, obsesionada por fingir que todo está bajo control, que apacigua su frustración con el consumo de fármacos y la obsesión por el orden y la limpieza. Dammert construye, de manera brillante, una caricatura en clave naturalista. Por otro lado, la interpretación de la joven actriz – novia de uno de los hermanos -, a cargo de Katerina D’onofrio, se apoya en el uso de gags físicos, abundante gestualidad y movimientos entrecortados. D’Onofrio también construye su personaje desde la caricatura, pero ésta es una caricatura expresionista.

Los personajes mencionados, debido a su interpretación y forma de construcción, terminan siendo los más extremos del grupo. Por otro lado, los restantes (*) – los dos hermanos y la esposa de uno de ellos – comparte similitudes de estilo, una interpretación contenida decididamente naturalista.

Así, las diferencias entre los dos personajes extremos – dos caricaturas de diferente estilo – y los otros tres – más homogéneos – le termina restando matices a la construcción general de la comedia. Pues ésta, si bien cuenta con diálogos entretenidos y graciosos, no define su dirección, su estilo; navegando en un ritmo irregular de momentos de humor que aparecen y desaparecen.

Y es en esos momentos en donde no queda claro cuál es el humor sobre el que se sostiene ‘Reglas para vivir’, ¿el de los textos?, ¿el de los personajes?, ¿el de las actuaciones?

Esta falta de claridad, si bien no determina – en términos generales – el resultado del montaje, si lo afecta en más de un momento. Quizá el más evidente es el cuadro con el que concluye el primer acto. Y es que, pese a que en los diálogos se menciona la importancia del retorno del padre enfermo, lo severo de su carácter y su imagen de prócer dominante, en el momento de su ingreso no queda claro si, con su estado de salud, se pretende construir una escena humorística, dramática o tragicómica.

Vale mencionar que ‘Reglas para vivir’ no solo se apoya en el texto y las actuaciones. Su escenografía nos muestra el interior de una casa – sala, comedor y cocina – montados sobre un tablero de juego; el cual se mimetiza con los objetos del ambiente, mientras divide el espacio en zonas de iguales dimensiones. Ello refuerza la idea de juego-competencia que nos ofrece un video inicial, y que dialoga con el video mencionado anteriormente.

‘Reglas para vivir’ es un montaje complejo. Una tragicomedia con profundidad sicológica, mucho humor y momentos extremos. El desarrollo de la comedia es desigual, pero efectiva (lo cual refuerza la subjetividad que se expone en el primer párrafo de este texto). Logra, por medio de la escenografía y el video, fortalecer el concepto de competencia; la cual se desarrolla en amplitud sobre la última parte del segundo acto, en la escena del juego.

Su mayor virtud resulta siendo su mayor dificultad, lidiar con la profundidad de los personajes hace que el montaje caiga, por momentos, en situaciones donde la retórica parece dominar sin dirección aparente.

(*) En este análisis no se considera al personaje del padre; ya que, dada su condición de salud, el personaje ofrece pocos matices para la interpretación.

(**) Foto tomada de aquí.

Dirección: Josué Méndez.
En escena: Claudia Dammert, Katerina D’Onofrio, César Ritter, Hernán Romero, Vanessa Saba, Leonardo Torres Vilar.
Dramaturgia: Sam Holcroft.
Traducción: Gonzalo Rodríguez Risco.
Asistencia de dirección: Adriana Cuba.
Gráfica y animación de paneles: Juan Carlos Yanaura.
Realización de escenografía: Alejandro Espinoza.
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