‘Ropa íntima’ es el tercer montaje presentado dentro del marco del XIII Festival de teatro peruano norteamericano organizado por el ICPNA. La obra de la norteamericana Lynn Nottage, ganadora del Premio Pulitzer por ‘Ruined’, fue dirigida por Talía Coloma y se presentó entre el 20 y el 23 de octubre.
La historia de ‘Ropa íntima’ está ambientada en Nueva York a inicios del siglo pasado. Toma como eje la vida de una mujer afroamericana de 35 años -de clase trabajadora- y sus vínculos con las personas de su entorno: su casera, mujer mayor que funge como consejera; una de sus clientas, blanca y de clase acomodada; su mejor amiga, artista en decadencia que se dedica a la prostitución; y su proveedor de telas, hombre judío, atento y solitario.
La vida de la protagonista transcurre dentro de una monotonía sin sobresaltos. Trabaja cosiendo ropa íntima, atiende a su clientela y cuida su dinero. Lo único que podría alterar esta rutina es la posibilidad de concretar alguno de sus dos anhelos: tener su propio salón de belleza o conocer un hombre y casarse.
Es precisamente el inicio de una relación sentimental, por correspondencia, el hecho que altera la dinámica de su vida y sus relaciones con los otros personajes. Pues, además de compartir sus expectativas con su mejor amiga, debe hacerlo con su clienta y su casera. Y es que, como la protagonista no sabe leer y escribir, son ellas quienes le leen las cartas y le ayudan con las respuestas. Así, a medida que la relación avanza hasta concretarse, y posteriormente fracasar, se exponen las diferentes miradas de cada uno de los personajes.
La puesta en escena de ‘Ropa íntima’ plantea diferentes ambientaciones dentro del escenario del teatro. Cada una tiene como eje un mueble -una cama, un piano, un mueble de tocador, un exhibidor de telas, una máquina de coser- y cuenta con una cuidada presencia de utilería con la que los personajes se relacionan.
La protagonista recorre estos espacios a medida que se desarrolla su relación con cada personaje y que se va haciendo más presente -y posible- su romance a distancia. Así, con prudencia, corrección y cierta rigidez, el montaje evoluciona según la pauta del texto dramático.
El abordaje del texto propone al primer acto como un universo de complicidades e inocencias, donde los personajes femeninos comparten confidencias y sueños. Asimismo, se presenta con aire romántico la tensión sexual existente entre la protagonista y el vendedor de telas.
Toda esta ingenuidad, esta coquetería casi infantil (no se entienda acá lo infantil como algo peyorativo), se ve rasgada a medida que la presencia masculina del amante epistolar toma forma en el segundo acto. De esta manera, la obra avanza lentamente hacia un desenlace dramático; donde la protagonista ve como sus sueños se desvanecen y debe reiniciar su vida.
La mención al tono del primer y segundo acto permite resaltar la delicadeza y el cuidado del planteamiento de ‘Ropa íntima’. Y es que la contención y dulzura de la actriz protagónica dialoga con fluidez en su relación con cada uno sus compañeros. Por ello, a medida que se presenta cada escena, cada interacción, se construye tanto la estructura dramática de la obra como el carácter sensible de la puesta en escena.
Este cuidado, esta delicadeza, se encuentra presente también en el vestuario y la utilería. Y si bien el escenario puede resultar algo sobrecargado de elementos escenográficos, el adecuado diseño de luces centra la mirada del espectador en cada uno de los espacios; ambientándolos de tal manera que el carácter de cada escena se impone.
El montaje cuenta, además, con una ambientación sonora ejecutada en vivo. Ésta cumple roles incidentales y de acompañamiento. Y si bien es efectiva, la combinación de estilos e instrumentos -piano, cuerdas, percusión- no termina de concretarse como unidad estética.
‘Ropa íntima’ apuesta por una dirección que propone una estética naturalista, delicada y convencional. Apela a la fortaleza dramática del texto para contar su historia y lo hace con éxito. Evita excesos y esquiva las situaciones controversiales. Elude la toma de posición y confía en que la obra hable sola.
Sin embargo, estas decisiones alejan al montaje de varios de sus conflictos más importantes. Pues, si bien el texto ofrece aproximaciones a los conflictos de clase y de raza, estos quedan relegados a un segundo plano. Lo mismo sucede con la imposibilidad de los diferentes personajes de cambiar su destino; condenados a vivir, y sufrir, las vicisitudes de la realidad social que le tocó.
Así, el montaje ofrece una lectura conservadora del texto. Una lectura cercana al fatalismo romántico latinoamericano. Ese lugar donde una mujer, víctima del amor, es tratada con condescendencia por ser incapaz de enfrentar a su destino.
(*) Imagen tomada de aquí.
Dirección: Talía Coloma.
En escena: Alicia Olivares, Rosita Guzmán, Cecilia Monserrate, Leticia Narvarte, Daniel Zarauz, Anaí Padilla, Gabriel Ledesma.
Dramaturgia: Lynn Nottage.
Traducción: Marianella Pantoja Castilla.
Asistencia de dirección: Leticia Narvarte, Gilda Alvarado.
Diseño de luces: Mario Ráez.
Diseño de arte: Karen Calderón.
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