‘Tiempo y Silencio’, dirigida por Marlon Cabellos, se presentó entre el 3 y el 7 de octubre; inaugurando el VII Festival de Danza Independiente 100% Cuerpo en el Teatro de la Alianza Francesa de Miraflores.
‘Tiempo y Silencio’ nos propone una convención dramatúrgica en la cual los personajes arriban a un espacio y en éste comparten momentos de encuentros, desencuentros, experiencias y vivencias, hasta finalmente separarse y seguir cargando con su soledad a cuestas.
Para ello, la obra se vale de la presencia cuatro bailarines – dos varones y dos mujeres – quienes ingresan individualmente al espacio del teatro hasta conformar un cuarteto en el escenario. La propuesta de vestuario es casual, casi cotidiana, invitando a reconocer a cualquier persona, o a uno mismo, en estos bailarines. A nivel escenográfico se opta por un espacio vacío y la casi nula presencia de elementos o utilería – salvo por las mochilas que llevan los personajes al inicio y final de la obra -. Esta concepción nos plantea desde un inicio que se apuesta por el cuerpo de los bailarines como eje narrativo.
Pasado el cuarteto inicial, la propuesta escénica se decanta por construirse a partir de dúos, en los cuales se desarrollan coreográficamente los diversos estados emocionales que nos proponen los bailarines. Así, situaciones como la ausencia de comunicación, el contacto, la distancia y, básicamente, la soledad – aún estando acompañados – son expuestas de manera simple y correcta; con una apuesta atractiva de intercambios rítmicos entre una escena y otra.
Si bien al haberse optado por un conjunto de dúos se arriesga a que el ritmo visual sea previsible – y por momentos lo es -, el estudiado despliegue del uso del espacio escénico, alternando cada propuesta espacial con una forma distinta de encarar el movimiento y la coreografía, permite al espectador mantenerse atento y concentrado. Asimismo, el diseño de luces que acompaña las escenas aporta significativamente a la propuesta visual y coreográfica de la obra.
Cabe resaltar el acierto en el uso de los planteamientos sonoros, visuales y de movimiento. Los cuales nos envuelven en un ambiente nostálgico.
Destacan especialmente los dúos compartidos por los bailarines más experimentados. Ya que, si bien no es una propuesta que se base en la exhibición de destrezas, el oficio y la técnica de éstos les permite sobresalir especialmente. Con esta mención no se desmerece el trabajo de los bailarines más jóvenes. Sin embargo, en el caso del varón, por momentos se podían observar tanto las diferencias técnicas como de experiencia.
‘Tiempo y Silencio’ logra, conjugando estos elementos construir una obra eficiente y asequible bajo una premisa sencilla.
Sin embargo, no puede dejar de mencionarse una extraña aparición en una de las escenas finales. Dicha escena, si bien es ejecutada con mucha solvencia, genera no poca confusión. Esto es debido a que la obra se desarrolla desde el inicio con cuatro intérpretes – los que, como se dijo antes, ingresaron al recinto desde los exteriores del mismo – ejecutando los ya mencionados dúos. Y, de manera insólita, termina con la presencia estelar de un quinto intérprete ejecutando el último dúo con una de las bailarinas.
Esta aparición se percibe como una ‘licencia dramatúrgica’ que, si bien no altera el aprecio del espectador por el desarrollo de la obra, no deja de ofrecer la sensación de un final forzado.
Esta aparición se percibe como una ‘licencia dramatúrgica’ que, si bien no altera el aprecio del espectador por el desarrollo de la obra, no deja de ofrecer la sensación de un final forzado.
Coreografía y Dirección: Marlon Cabellos.
En escena: Amelia Uzategui Bonilla, Renzo Zavaleta, Harold Echevarria y Mia Noel.
Diseño de Vestuario: Levy Exaltación.
Diseño de Luces: Ricardo Delgado.
Fotografía: Javier Gamboa.