Dentro de la programación del ‘II Festival Temporada Alta en Lima’ se presentó ‘La noche justo antes de los bosques. Este monólogo, escrito por el dramaturgo francés Bernard-Marie Koltès, fue protagonizado por el actor español Oscar Muñoz y dirigido por el italiano Roberto Romei.
El texto presenta a un personaje que, en la calle, aborda a un desconocido. Su objetivo es conversar con él y, para retenerlo, recurre a todas las palabras y temas con los que cuenta. Así, en medio del monólogo surgen temas como el sentirse -o ser- extranjero, la falta de dinero, el amor, la violencia de la calle y, esencialmente, una profunda soledad.
La propuesta de Romei y Muñoz es austera y lejana a convencionalismos. En ella, el actor aborda a un grupo de personas -el público- en los pasillos de la Alianza Francesa de Miraflores. A partir de este encuentro sorpresivo el actor se ve obligado a mantener la atención de estos desconocidos a partir del uso de su cuerpo, su voz, su energía y el manejo del texto.
Así, el contacto visual cercano y el diálogo directo -por momentos algo tosco- confrontan al público y lo sacan de su zona de confort. Ello se potencia con los riesgos y posibilidades que plantea el presentar la obra en un espacio no controlado. Situación que, pese a algunos sucesos inesperados que pueden cambiar el foco de atención -alumnos asomándose a los balcones, profesores cerrando con firmeza sus ventanas-, es asumida por el actor; quien incorpora la realidad del espacio abierto a la dinámica de la obra.
Oscar Muñoz guía al público por diferentes espacios, cada uno más pequeño que el anterior, y va generando una complicidad colectiva. Ésta, una vez acabada la obra, genera que no resulte extraño el hecho de terminar todos conversando y tomando cerveza.
Advenedizo Digital conversó con Oscar Muñoz, actor de ‘La noche antes de los bosques’.
Advenedizo Digital (ADVZ): ¿Hace mucho que trabajas con el director de la obra Roberto Romei?
Oscar Muñoz: Mucho. Desde el 2008. Nos conocimos cuando fue mi último taller de la Escuela de teatro. Él era el profesor. Él es italiano y fue la primera cosa que hizo en Barcelona. Estuve con él en ese taller, nos entendimos bien. Y luego hicimos montajes profesionales. No hemos trabajado de manera permanente este tiempo; pero sí trabajamos desde hace mucho.
ADVZ: ¿Cómo se encontraron con este texto?
Oscar Muñoz: La obra vino de esa época. Al final de la carrera tenía que presentar un trabajo escénico e hice este monólogo. Yo lo hice, él lo vio, le propuse que lo dirigiera, y aceptó. Lo hicimos, pero al final nos desanimamos; principalmente yo. Me salió otro trabajo, otras cosas y también me daba un poco de miedo. Enfrentarme a este monólogo recién salido de la escuela me generaba mucho respeto.
ADVZ: ¿Cómo te sientes ahora que ya está hecho?
Oscar Muñoz: Bien. Contento de haberme sacado esa espina y de que ya esté hecho. Contento con el resultado y con lo que me ha dado. Con las funciones. Y todavía tiene vida. Con un monólogo la posibilidad de que continúe depende de ti. Ya lo tienes hecho. Lo llevas en la mochila.
ADVZ: ¿Cómo ha sido tu formación?
Oscar Muñoz: La escuela en la que me formé es muy ecléctica. No es que sigue un método concreto. Lo que puede ser una debilidad o puede ser una ventaja. Y de ahí, con lo que me quedé, aparte de las asignaturas técnicas -voz, cuerpo, dicción, acrobacia, danza, movimiento gestual- a mí, como método, lo que me tiró más fue lo que nos enseñó Roberto Romei.
Él viene de la escuela de Moscú, ha estudiado mucho el tema de la biomecánica de Meyerhold. Viene de esta escuela que se basa mucho en lo físico, la energía, la respiración. Busca desde lo exterior hacia lo interior.
Otro maestro, Javier Dolte, argentino, me ayudó a entender otras cosas. A ‘estar’, aquí, con lo que hay. Que me va muy bien con esta obra que es tan de estar presente.
ADVZ: ¿En qué momento surge la idea de que el interlocutor del personaje sea el público?
Oscar Muñoz: Cuando leíamos el texto lo veíamos muy concreto. A pesar de la poesía que tiene veíamos que se podía bajar al plano de lo terrenal, de lo cotidiano. Y para buscar más este contacto directo quisimos dirigir las palabras al público. No que el público asista a un monólogo donde alguien habla con un personaje imaginario. No, hablar directamente a ellos, decirles las palabras directamente a los ojos. Entonces el director consideró que teníamos que ir a buscar la situación real que plantea el texto; que es alguien que por la calle para a otro y lo intenta retener mediante todas las palabras que es capaz de encontrar. Y así lo hicimos.
ADVZ: El hecho que se juegue con la interacción y que, además, suceda en la calle, abre la posibilidad de que la obra se cree en cada momento. ¿Cómo manejan eso?
Oscar Muñoz: Es una de las características que ha quedado del montaje. Al buscar este contacto real e inmediato con el público se diluye la ficción. No sabes bien si es una obra de teatro, si te lo están diciendo de verdad, o cuando empieza y cuando termina. Todo se diluye y también es lo que buscamos.
Por ejemplo, la obra está pasando en la calle. Las cosas que pasan en la calle pasan de verdad y yo las incluyo en la obra. Pero la obra sigue siendo un texto escrito. Sin embargo, a veces pasa algo ‘de verdad’ y el texto escrito encaja perfectamente con lo que está sucediendo y se diluye todo. Se diluye lo que es ficción y realidad. Y también jugamos deliberadamente con cómo termina la obra. ¿Ha terminado?, ¿es el personaje?, ¿es el actor?
Esto provoca que el público se olvide que es una obra escrita por un autor, que se lo tomen más personalmente. Realmente se sienten ofendidos por lo que les estoy diciendo y como se los estoy diciendo.
ADVZ: ¿Cómo te preparaste para estas interacciones?
Oscar Muñoz: Un actor en su carrera va trabajando con el público de distintas maneras. Por ejemplo, estuve un tiempo haciendo un personaje en una exposición en un museo. Un personaje con un texto escrito que lleva a la gente y la guía por la exposición. Y el texto se va adaptando de acuerdo a lo que te va pasando con la gente. Entonces, algo de entrenamiento tenía. Un poco es lo mismo, entre comillas, con un texto más elevado. Un texto con más compromiso social, político y humano.
Por otro lado, cuando lo trabajé en los ensayos siempre hubo al menos dos personas -el director y su asistente-. Y desde el principio se trabajó así, hablándoles directamente, buscándolos con la mirada. Y esperando respuesta del público aunque luego continúe yo, aunque no me contesten nada. Esperando, porque si no espero no hay comunicación.
Luego fuimos sumando gente. Y cada vez tenía un grupo más grande. Hasta que llegó el momento de probarlo en la calle. Ahí ya fue otro tipo de ensayo.
ADVZ: ¿Cómo les fue con eso?
Oscar Muñoz: Uno de los momentos que más tardamos en encontrar fue el inicio. ¿Cómo empiezo esta comunicación?, ¿cómo fundo la relación que vamos a tener en una hora y cuarto? Esta fue una de las cosas que nos costó más. Con eso ya instalado el texto parece que fluye.
ADVZ: ¿Siempre terminas conversando con el público?
Oscar Muñoz: Sí, siempre se termina de la misma manera. Sacando las cervezas. Nos quedamos allí y hablamos; que es lo que el personaje busca. Y esto tiene relación con el principio de la obra. Pues lo que hace el actor es lo que hace el personaje. Y al final hemos logrado establecer una confianza entre unos y otros, quedarnos ahí, tomar unas cervezas y hablar. Hay algunas veces que no, que la gente se va. Pero en la mayoría de casos se han quedado.
ADVZ: ¿Cómo fue recibida la obra en tu país a partir de los temas del desempleo y la migración?
Oscar Muñoz: Cuando consideramos montar esta obra, cuando la releíamos, sentíamos que era perfecta. Que de lo que se estaba quejando este personaje era de lo que se quejaba la gente. Justo era el momento alto de la crisis. La gente tenía miedo, se sentía en riesgo de quedarse excluida, de perder el trabajo, perder la casa…perderlo todo. Sentíamos mucho este riesgo. Este texto se escribió en el ‘78. Quizá montado en otro momento hubiera sido distinto.
Y en cuanto a la inmigración, el texto dice que el personaje es un inmigrante, un extranjero. Pero también dice que hay cosas que lo hacen sentirse más extranjero. Y nos agarramos más a esto. Quisimos que nuestro personaje fuera un español, un catalán, pero que se sentía extranjero. Porque ya no era solo el ser inmigrante el hecho que te pone en riesgo de ser excluido.
ADVZ: El texto es denso, exigente, pero en el montaje hay mucho humor ¿cómo surge esto?
Oscar Muñoz: El texto en sí tiene mucho humor. El tío este dice muchas locuras que dan risa. Pasa que como el texto es poético, muchas veces se monta de un modo poético, y entonces termina redundando y se pierde el humor. Al bajarlo al cotidiano, creo que resaltan más los juegos que hace, el humor que tiene. Y, yo, como personaje, al tratar de retener al público, uso todos los recursos con los que cuento…y uno de ellos es el humor, la simpatía. Aunque no sé si el personaje nos quiere hacer reír.
ADVZ: Se evita la solemnidad…
Oscar Muñoz: En una puesta en escena convencional, desde tu butaca, tú estás claramente viendo una obra de teatro. Puedes apreciar, juzgar. En este montaje quisimos huir de todo eso. Que el público no estuviera pendiente de que es una obra de teatro. Sino que entendiera lo que le estoy diciendo yo, la persona, el humano.
ADVZ: ¿Cuáles son tus proyectos futuros?, ¿con qué tienes ganas de trabajar?
Oscar Muñoz: Ahora vuelvo y hago este monólogo otra vez. Con Roberto Romei hemos hecho una obra sobre los Lehman Brothers de Stefano Massini y vamos a hacer funciones. También tengo trabajos de televisión y cosas así.
Por otro lado, lo que tengo ganas es de hacer otro monólogo. Una historia bonita. Pero es algo opuesto a esto. Me gustaría en un teatro, tranquilito. Una cosa de cabaret sin poner la cuarta pared a tope. Sino que siga habiendo conexión e intercambio con el público. Pero un tema un poco más luminoso, más sensual…con música. Eso es lo que tengo ganas de hacer.
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