‘La eternidad en sus ojos’, escrita por Eduardo Adrianzén y dirigida por Oscar Carrillo se encuentra, actualmente, finalizando una nueva temporada. Esta vez, el lugar de su presentación es el Teatro de Lucía de Miraflores.
Este montaje, realizado en un estilo naturalista, gira en torno a la historia de amor de una pareja a lo largo de una década.
La historia se desarrolla intercalando dos planos temporales. En uno de ellos,- el momento ‘presente’ – un joven, que acaba de perder a su padre, visita a una mujer anciana para interrogarla sobre la relación que mantuvo con éste. Los recuerdos de la mujer serán la excusa para el viaje en el tiempo y la exposición de los hechos que conformaron la relación – el ‘pasado’ -.
De esta manera, ‘La eternidad en sus ojos’ muestra la historia de Nina, una profesora universitaria de 39 años, casada, con dos hijos; y Alejandro, un joven estudiante con aspiraciones a ser poeta, 20 años menor que ella. El encuentro entre ambos, y su posterior romance, exponen el universo de tensiones y contradicciones existentes entre dos personas de generaciones distintas y con realidades, expectativas y obligaciones muy diferentes entre sí. Asimismo, la voluntad de ambos de continuar con su relación permite observar los cambios y negociaciones que se desarrollan a medida que pasa el tiempo.
La historia se expone a partir de los encuentros furtivos de la pareja – siempre en el mismo cuarto de hotel -. Estos encuentros son mostrados con saltos de tiempo – en ocasiones intercalados con escenas entre el joven visitante y la protagonista en edad adulta – que permiten observar el desarrollo de la relación año tras año. Ello, otorga la posibilidad de reconocer en Nina a una mujer adulta, inteligente, práctica, irónica, responsable y libre (aunque pueda parecer que los dos últimos adjetivos son opuestos); asumiendo el liderazgo de la relación con honestidad y firmeza, con sarcasmo y ternura. Del mismo modo, muestra la evolución y cambio de Alejandro con el paso de los años. Así, se le aprecia inicialmente como un joven romántico y confundido; luego frustrado, impetuoso y demandante; para, finalmente, ser más cauto y responsable.
Este progreso – anual – de los personajes muestra, también, los cambios en la relación. Así, esta pasa de la inestabilidad y el conflicto permanente – al inicio – a una situación de equilibrio; donde se comparten las preocupaciones de la vida ‘pública’ de los personajes (los hijos y el esposo de Nina, la novia de Alejandro).
Debe mencionarse que, en sus diferentes etapas, la relación muestra una paradoja: el deseo de seguir juntos oponiéndose a los intereses disímiles de la pareja. Una relación inviable, sostenida por los sentimientos.
Este juego de tensiones de los protagonistas es uno de los elementos más efectivos del montaje; ya que la permanente certeza del fracaso de la relación vuelve más conmovedora la fe de los personajes en seguir adelante.
Un elemento importante en esta historia es que se desarrolla entre 1979 y 1989. Detalle que no pasa desapercibido debido a las referencias al contexto social y político que se encuentra en el texto. Ello permite encontrar paralelos entre la relación de los personajes y la realidad del país. Así, en ambos casos – pareja de personajes y contexto social -, el deseo de seguir adelante convive con la inestabilidad; logrando una sobrevivencia basada en pequeños pactos y precarios equilibrios. Un buen ejemplo de ello es la escena del apagón y el coche-bomba.
Sin embargo, la influencia de la realidad de esa época sobre la obra no es solo simbólica o referencial. El acceso a bienes gracias a los dólares MUC o la búsqueda de oportunidades fuera del país son elementos que influyen sobre el desarrollo de la trama (como por ejemplo, el leve ascenso social de la familia de Nina, que le ofrece la oportunidad de dejar el país).
Todo ello genera que el montaje logre, efectivamente, construir el universo temporal y social que propone; lo cual es importante destacar, ya que lo logra recurriendo a escenas que transcurren en un único e inmutable espacio escenográfico.
En cuanto al montaje, debe mencionarse el gran aporte de los intérpretes. En especial el trabajo de la dupla de protagonistas; quienes irradian complicidad y naturalidad, destacando especialmente Ximena Arroyo. La otra dupla de intérpretes presenta algunos problemas de fluidez, probablemente debido a las diferencias de estilos. Ello, no les impide una actuación efectiva y, cuando lo requiere, conmovedora.
‘La eternidad en sus ojos’ propone una historia de amor, en clave de melodrama, con características muy particulares. Pues, además del eficiente ritmo de sus diálogos, y de sus construcciones poéticas a partir del juego de palabras y sonoridades, propone una historia de amor ‘prohibido’ (infidelidad, diferencia de edades) sin caer en los juegos de la culpa o la falsa moral. Una historia donde el personaje femenino rompe el patrón de la sumisión, el romanticismo ‘meloso’ y la auto conmiseración. La obra muestra personajes complejos, que actúan en concordancia a sus intereses sin complacencias, con frescura y naturalidad.
(*)Foto tomada de aquí.
Dirección: Oscar Carrillo.
Dramaturgia: Eduardo Adrianzén.
En escena: Sonia Seminario, Ximena Arroyo, Claudio Calmet, Jorge Bardales.