ENTREVISTA. Javier Ibacache

Cualquier presentación sobre Javier Ibacache corre el riesgo de volverse una enumeración de sus logros y proyectos; una especie de ‘Hoja de vida’ escrita por un tercero voluntarioso.

Este licenciado en Comunicación Social de la Universidad de Chile impulsó, hace más de diez años, el proyecto ‘Escuela de Espectadores’. El cual estuvo enfocado en la formación de audiencias para teatro, danza y cine documental.

Hoy, además de desempeñarse como crítico de teatro y danza, Ibacache desarrolla una permanente investigación sobre la gestión de audiencias.

La escena limeña ha contado con su presencia y cercanía en los últimos años. En el año 2014, Ibacache fue parte del II Foro de Comunicación “Creación de público para las artes escénicas”; organizado por el Centro Cultural Británico. El año pasado volvió a Lima para presentar una publicación que resume dicho Foro. Además, visitó nuestra ciudad, gracias a la misma institución, para dictar un taller de crítica teatral.

Hace unas semanas Javier Ibacache llegó nuevamente en nuestra capital, invitado por la organización del FAE Lima 2017. Advenedizo Digital conversó con este crítico y gestor cultural chileno acerca de su mirada de la escena teatral limeña y, cómo no, del ejercicio crítico.

Advenedizo Digital (ADVZ): Javier, tu eres comunicador de profesión y tienes una especialización en crítica. ¿Cuáles son las herramientas de tu formación que te han sido más útiles para el ejercicio crítico?

Javier Ibacache: Principalmente leer y ver teatro. Cuando terminé de estudiar en los 90s en Chile no existía un programa de formación sistemática para la crítica. Lo que uno hacía era tomar talleres de dramaturgia, de historia del teatro, o seminarios. De ese modo, lo que uno hacía era construir un background. Ir armando una suerte de marco teórico al que hechas mano para leer teatro, entender teatro, para ver teatro.

Pero creo que en el contexto actual, donde la información parece estar disponible de manera más transversal, lo fundamental para hacer crítica es leer mucho. No necesariamente leer teatro, sino leer a la gente que está pensando lo que está ocurriendo como procesos sociales. Además, ver todo tipo de teatro. Creo que un crítico teatral, en su formación, necesita tener la experiencia teatral con las diferentes disciplinas, los diferentes géneros, las distintas corrientes y propuestas. Y solo así logra tener herramientas que le permitan hacerse las preguntas interesantes frente a una puesta en escena, tener un punto de vista, tener una visión sobre el teatro, tener una opinión acerca de lo que sería el ‘teatro ideal’.

Si en el contexto en el que te encuentras se publica crítica de teatro, es importante la leas. Y que leas crítica de cine, de ópera, de música. Que se tenga un consumo cultural más transversal, que amplíe la frontera.

Esto lo digo porque a veces la crítica más tradicional, o más ortodoxa, se queda muy encerrada entre cuatro paredes. Y no sabe identificar a tiempo lo que está sucediendo en escena, las modificaciones que están ocurriendo en los campos artísticos. A veces uno yendo a un museo, o a una exposición de artes visuales, entiende mejor lo que es poner en tensión lenguajes que solo en un libro de texto.

¿Pará qué la crítica?, ¿a quién le sirve?

Javier Ibacache: Esa es una pregunta que ha atravesado la historia de la crítica. Creo que la crítica sirve como ejercicio que acompaña al campo artístico. Hoy día sirve como registro de los discursos que genera una creación artística. En algún momento fue el registro histórico de lo que pasaba. Hoy en día habla, más bien, de las preguntas que se hace una sociedad, de cómo una comunidad puede leer una obra determinada. Y, en ese sentido, la función de la crítica es hacerse preguntas.

¿Para quién?, creo que para la comunidad. Tanto la artística, de creadores; como para aquella comunidad de espectadores a los que todavía les interesa madurar una visión, tener una apreciación a posteriori de ir al teatro.

¿Cuál es tu punto de partida para hacer una crítica sobre una obra de teatro?

Javier Ibacache: La mayor parte de las veces trato de ir a ver  las creaciones teniendo la mayor parte de información que pueda. Leyendo alguna entrevista, viendo si hay publicaciones sobre la obra, si la compañía tiene publicaciones, si el texto está disponible. Desde mi experiencia, el trabajo teatral es lo suficientemente importante y significativo. Es -la mayor parte de las veces- fruto de una reflexión, de una investigación. Eso amerita que el crítico, si va a ejercer la crítica profesional, también se prepare de alguna manera.

Es una opción. También hay críticos que prefieren ir desnudos de referentes.

Luego, para elaborar un discurso de la puesta en escena no hay una fórmula que incline partir por el texto, la dirección, el montaje o la actuación. Porque yo creo que cada obra demanda un punto de entrada distinto. Y esa es la labor del crítico, identificar cuál es el punto de entrada.

¿Y resulta diferente el abordaje de una obra de danza?

Javier Ibacache: Me atrevería a decir que la danza, a diferencia del teatro, demanda más herramientas de actualización sobre los discursos que hay en torno a la ella. Me atrevería a decir que uno para escribir de danza requiere una formación rigurosa sobre la historia de la danza, sobre historias de estilos. También sobre las técnicas y discursos que hoy día circulan respecto a la danza y a lo performático.

Además la danza tiene el desafío de que muchas veces cuenta con menos circulación de discursos en torno a ella. El mayor riesgo en la crítica de danza es ser puramente impresionista. Y yo creo que se debería dar un paso más allá del hecho de informarnos de la experiencia del crítico en la puesta en escena.

¿Se pueden elaborar críticas de los nuevos formatos, cómo el microteatro?

Javier Ibacache: Yo creo que sí. No una microcrítica. Sino una crítica al a la modalidad de producción, a lo que es una noche completa en microteatro, a mirar la curaduría, a la idea del ciclo o de la línea temática.

En relación a los nuevos formatos siempre recomiendo una película, que ya está medio anticuada, que es ‘Ratatouille’. En el sentido que es la que mejor muestra de lo que es la disyuntiva de la crítica anquilosada en un espacio de poder respecto a la nueva creación. De hasta dónde la crítica es receptiva genuinamente a valorar las nuevas creaciones.

El argentino Federico Irazábal plantea en un libro que el crítico tiene una fecha de caducidad. Es decir, que no podríamos continuar eternamente como críticos que pueden escribir de todo.

Yo coincido con eso. Creo que el crítico es resultado de una biografía, de un momento, de procesos sociales, de procesos estéticos. Y tiene esa batería consigo como para leer las obras. Pero, muchas veces hay obras que ameritan nuevas lecturas. Por eso es desafiante para el crítico no quedarse encerrado en lo que fue su formación y necesita estar actualizándose.

¿Con cuánto espacio cuenta la crítica en los medios de Santiago?

Javier Ibacache: En Santiago se produjo una jibarización de la crítica el año 2000. Se han reducido los espacios. En algún momento fue más complicado. Hoy en día hay algunos espacios ganados en tres medios de circulación nacional.

Pero yo diría que esas voces críticas, que son cuatro o cinco que circulan en los medios, están teniendo un contrapeso significativo -y a ratos más interesante- en blogs o medios web. Por ejemplo, Hiedra o Gaceta black out están haciendo un seguimiento de la escena chilena con ópticas distintas a las habituales. Y además, reseñan compañías que no están necesariamente en los medios. Y eso permite construir una visión integral.

Ahora, lamentablemente no estoy seguro que el público, los medios de prensa, los editores, entiendan y valoren lo que es una crítica. Porque en Chile lo que más predomina son las reseñas. Estos pequeños textos que consignan una actividad, como una obra de teatro. Y muchas veces se confunde el ejercicio crítico con una reseña.

¿Y cuál sería esa diferencia?

Javier Ibacache: Reseñar es consignar que algo ocurre. La crítica, en mi opinión, va a un paso más allá; hace algunas preguntas, una elucubración, sobre las obras.

¿Cómo te ha ido en el FAE Lima?

Javier Ibacache: Cómo en la mayoría de los festivales, cuando uno viene como extranjero, es una oportunidad para tener una panorámica de la producción artística. Y también de las visiones que hay en la sociedad -en este caso de la sociedad limeña- sobre cómo se mira a sí misma. El teatro tiene esa ventaja de tener cierta frescura en la manera en que retrata las visiones que las comunidades, los colectivos, las sociedades, tienen de sí mismas.

Y en FAE Lima también me ocurrió eso. La selección de obras, la diversidad de estéticas, de facturas,  de propuestas, me permitieron mirar la sociedad limeña desde otro lugar. Entender donde están los campos de tensión, ver las contradicciones, las problemáticas de pugna que hay en la identidad y la memoria. Desde esa perspectiva, ha sido una experiencia muy nutritiva para elaborar una visión más consistente de la escena limeña.

¿Y cuál es esa visión?

Javier Ibacache: Tengo la impresión que es una escena en viaje a tener una voz propia. Creo que hay una producción dramaturgia más interesante de seguir. Interesante en el sentido que hay voces con una visión sobre la sociedad. Probablemente hay ejercicios dramatúrgicos que ameritan una vuelta para hacerlas más consistente. Esa vuelta tiene que ver con que las obras no agotan las preguntas que formulan. En la mayor parte hay una consciencia políticamente correcta de lo que se quiere hacer, pero que luego no se pone en contradicción en la puesta en escena.

Creo que el conjunto de obras te permite ver las distintas ‘Limas’. La que pugna por el territorio, la que pugna por la memoria, la que convive con un imaginario popular, y la que más bien quiere desentenderse de todo eso y concentrarse en una cultura europeizante.

El viaje que uno hace, en una jornada, desde ver ‘Ausentes’ hasta ver ‘El análisis’, es un viaje simbólico, discursivo, escénico, que habla de cómo en esa ciudad conviven distintas visiones de mundo.

Al inicio mencionaste que los críticos deberían tener claro su ‘teatro ideal’.

Javier Ibacache: Ese es un concepto que lo conocí de Michael Billington, que es un crítico del ‘The Guardian’ que visitó Chile. Y en la entrevista que le hicimos él planteaba que todo crítico debería tener definido cuál es su teatro ideal. Eso quiere decir, preguntarse cuál es el teatro que tú defiendes.  ¿Es un teatro realista?, ¿es un teatro político?, ¿es un teatro más cercano al espectáculo? Porque, junto con su formación, el crítico tiene una biografía, ocupa un lugar. Y es importante que eso sea transparente para el lector. Personalmente tengo una afinidad con toda la generación de los 90s del teatro en Chile. Con las estéticas de diferentes directores. Alfredo Castro, Rodrigo Pérez, Ramón Griffero, fueron directores claves de lo que para mí debería ser el teatro, o para entender desde donde pienso el teatro. No tiene que ver con favoritismo. Significa tener claridad desde donde tú te instalas para colaborar con la escena teatral.

(*) Ver entrevista completa aquí.

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