‘Curandero’, el más reciente montaje de Angeldemonio Colectivo Escénico, se presentó en la sala de Agárrate Catalina entre el 21 y el 30 de octubre. La puesta, dirigida por Ricardo Delgado, es una creación colectiva y tiene como único intérprete a Augusto Montero.
‘Curandero’ expone su particular carácter desde el ingreso a la sala. En el escenario se encuentran ubicados, cual instalación plástica, los elementos con los que el intérprete desarrollará sus acciones. Los olores a agua florida y agua de rosas acompañan simbólica y sensorialmente la presencia de elementos asociados a distintas ritualidades populares: una gran sábila decorada con un listón, un balde con ruda, unas tijeras de acero, un plato con huevos crudos y una máscara-escultura de un perro peruano. Junto a ellos se encuentran un costal de rafia y una carreta, los cuales complementan las referencias al contexto de la puesta en escena.
Y es que ‘Curandero’ -según la información que ofrece en su página de Facebook- plantea la historia de “un estibador del mercado la ‘Parada’, desilusionado del amor” que “busca la cura a su dolor por medio de la curandería, pero encuentra otro sentidos a los rituales”, los cuales “terminan por seducirlo, transformándolo en otro ser”.
Angeldemonio parte de esta anécdota para presentar una puesta en escena estructurada por cuadros. Cada uno de éstos se construye a partir de la presencia y las acciones del intérprete, así como de su relación con los elementos-símbolo con los que trabaja. La disposición de estos cuadros a lo largo del montaje, sumada a la enunciación de algunos textos, alimenta la progresión de la anécdota.
Sin embargo, se debe precisar que esta progresión no es literal. Y es que los cuadros-escenas de ‘Curandero’ no narran explícitamente lo que sucede con el personaje, pues no cuentan una historia a partir de la interpretación de un texto dramático. En vez de ello, parten de la anécdota para elaborar pequeñas estructuras -compuestas por acciones, imágenes, símbolos y sensaciones- que simbolizan la soledad, la tristeza, el dolor y las formas que el personaje encuentra para enfrentarlas.
Esta manera de construir cada cuadro se ve fortalecida por la potencia simbólica de los elementos con los que se trabaja y por los valores culturales que cada uno de ellos posee. Así, por ejemplo, la sábila puede simbolizar protección, curación, ritualidad, paganismo. Lo mismo podría suceder con la máscara del perro peruano. La cual, ubicada en la pared puede interpretarse como la imagen central de un altar; mientras que siendo usada por el actor puede hacer referencia a lo cholo, lo peruano, lo ‘pelado’ o lo ‘mitad hombre, mitad bestia’ mencionado en uno de los textos.
Ello invita a afirmar que ‘Curandero’ plantea una primera capa de sentidos a partir del vínculo cultural que el espectador tenga con el contexto que se representa y los elementos que lo definen. Esto incluye tanto a los objetos que conforman la instalación escénica como a la música chicha, los sonidos de rezos y los olores asociados a la ritualidad popular que los acompañan.
Sin embargo, ‘Curandero’ ofrece otros niveles de sentido aun si se omitiera el valor cultural de los elementos. Pues, a ellos se suma la cuidadosa construcción de cada cuadro a nivel de acciones, elementos, imagen, ritmo e iluminación; lo cual facilita interpretaciones vinculadas a la evocación sensorial y la apreciación estética.
Estas formas de acercarse a la obra -que probablemente no sean las únicas- comparten un concepto en común: la experiencia sensorial del espectador. Y si bien este concepto no tendría nada de particular, pues todo acto escénico lo implica, se le menciona porque ‘Curandero’ apuesta por complementar su abstracción con estímulos estéticos y sensoriales. Así, la manera en que se aborda al espectador coloca a éste más cerca de vivir una experiencia performática que de ser testigo de un ejercicio dramático.
Esta idea se fortalece al observar el trabajo del intérprete, quien propone un doble juego entre el hacer y el representar. Pues, sus acciones al inicio del montaje -acomodando los objetos- y de interacción con el público -frotando un huevo en la palma de una mano- rompen las convenciones de la interpretación.
Estas alteraciones en la convención son exitosas debido al estupendo trabajo del intérprete. Sus calidades de energía y su potente presencia son puestas de manifiesto durante toda la obra. Resalta especialmente su performance reinterpretando la danza de tijeras en una escena donde el personaje se muestra en estado de desesperación. Montero, al ritmo del arpa y el violín, toma los principios de la danza tradicional y los fusiona -con inteligencia y sensibilidad- con otras técnicas de movimiento. De esta manera compone un nuevo estado corporal, un Danzaq urbano, y lo pone al servicio de la puesta en escena.
‘Curandero’ parte de una anécdota para plantear en escena los dramas y elementos de la calle. Pero no de cualquier calle, sino de los alrededores del mercado de La Parada. Ello le permite mostrar el carácter de este pulmón de lima: cholo, mestizo, popular, pagano.
Angeldemonio propone un montaje que juega con la polisemia, invita a diferentes (re)interpretaciones, pero sin descuidar su base conceptual. En él dialogan lo racional, lo estético y lo sensitivo. El que apele a esta conjunción de distintas sensibilidades invita a afirmar que ‘Curandero’ es una experiencia. Sin embargo, la lealtad a su anécdota -a la necesidad de contar una historia- apura la búsqueda de un final dramático -un desenlace- que desentona con el ritmo de la propuesta. Ello, si bien no afecta la apreciación general de la obra, invita a imaginar el funcionamiento del montaje prescindiendo de los textos como guía dramática.
(*) Imagen tomada de aquí.
Dirección: Ricardo Delgado.
En escena: Augusto Montero.
Asesoría Dramatúrgica: Daniel Dillon.
Realización Musical: Abel Castro.
Diseño de iluminación: Ricardo Delgado, Igor Moreno.
Asesoría en danza tradicional: Luis Clemente.
Mascara y esculturas: Paul Colino.
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