CRÓNICA. Grietas

‘Grietas’ fue una de las obras premiadas en Programa Sala de Parto del año 2014. El texto, escrito por Christian Saldívar, se viene presentando bajo la dirección de Jamil Luzuriaga en el Teatro Ensamble de Barranco.

Al ingresar a la sala, el público se encuentra con un escenario que dispone de tres frentes y una pared de fondo. El espacio escénico es definido por un cuadrilátero de cajas de cartón, dentro del cual se ubican algunas cajas más.

El ingreso de una joven mujer a este espacio da inicio al montaje. Ella interpreta un breve monólogo en clave poética. Concluido su texto, se inicia la interacción entre dos personajes, madre e hijo.

Ellos comparten el mismo espacio escénico con el personaje femenino; aunque queda claro que, dentro del tiempo ficcional del montaje, ella no está ‘presente’. Así, esta convivencia permite, a medida que se desarrolla la obra, entender que esta mujer es la hija ausente de la familia y que sus participaciones corresponden a flashbacks dentro de la historia.

El texto de ‘Grietas’ tiene como una característica principal el misterio. Éste es construido a partir de cierto nivel de caos informativo, además de la fragmentación temporal de la historia. De esta manera, las interacciones en el tiempo presente, junto a los saltos al pasado, son las que van tejiendo paulatinamente la anécdota central.

Así, de a pocos va quedando claro que la historia se desarrolla en un ambiente de miedo y convulsión social (¿80s?, ¿90s?). Asimismo, se va esclareciendo la crisis en la que se encuentra la familia. Una crisis económica que los presiona a abandonar su casa. Y una crisis afectiva basada en las acciones de una madre controladora y enfocada en la religión; y las inacciones de un padre apostador y desinteresado por las crisis internas de su hogar.

Del mismo modo, la información que se ofrece sobre la hija ausente -su personalidad, su partida, su relación con sus padres y su tío propietario de la casa- termina de develar un secreto de familia, y compone el cuadro de las oscuras dinámicas de silencios y temores entre los miembros de ésta.

La mencionada convivencia del tiempo pasado y el presente se hace posible gracias al diseño escenográfico, junto a la corporalidad y energía de la actriz que interpreta al personaje de la hija.

El primero propone, a través de la distribución de las cajas, la ubicación simbólica de diferentes espacios de la casa. Ello hace funcionar a las cajas como líneas demarcatorias de un plano, que separan físicamente los espacios. Asimismo, éstas simbolizan paredes invisibles; lo cual les otorga un valor ficcional -el público asume la presencia de una pared aunque no esté presente- y otro más simbólico relacionado con la historia -unas paredes demasiado frágiles para contener secretos-.

Por otro lado, la energía corporal que imprime la intérprete de la hija le otorga una cuota de extrañeza que la distingue de los demás personajes; especialmente cuando sus desplazamientos suceden en paralelo a otras escenas. Esta extrañeza aporta al misterio que busca el montaje y ayuda a construir una dimensión ficcional diferenciada para los flashbacks.

Sin embargo, esta particular energía de la intérprete debe alterarse a medida que avanza el montaje a fin de convivir con mayor discreción con los demás intérpretes. Ello no se logra del todo debido a que ‘Grietas’ presenta uno de los problemas más usuales en la escena limeña: la presencia de actores con diferente formación y registro actoral. Ello le resta organicidad al montaje.

‘Grietas’ nos presenta un drama familiar. Lo hace de manera fragmentaria, progresiva y alternando el tiempo entre el presente y el pasado. Construye una atmósfera de misterio y, de manera inteligente, administra la información necesaria para sostenerla mientras la historia y los secretos se develan. No obstante, por momentos presenta excesos de información -demasiados detalles sueltos que aportan más al caos que a la comprensión- y estilo -una familia en crisis y un terrible secreto develado son acompañados, sobre todo hacia el final, con densos monólogos e introspecciones-.

La puesta en escena asume con destreza las características del espacio. Pues la composición de tres frentes aporta a nivel estético y conceptual. Sin embargo, las deficiencias acústicas de la sala -y, en algún caso, las limitaciones de técnica vocal- complican la posibilidad de escuchar adecuadamente a todos los personajes.

‘Grietas’ se acerca, no sin cierta timidez, al señalamiento del pasado a través de lo no visible. La calle y la universidad, como referencias de espacios de acción de la violencia, son evocadas con similar frecuencia que la hija ausente. Y es, quizá, la convivencia física con este personaje -a la vez presente e invisible- la manera en que se alude a los fantasmas con los que las familias (que podían) vivían su encierro; o a la forma en que la sociedad lidia con su pasado reciente.

(*) Imagen tomada de aquí.

Dirección: Jamil Luzuriaga.
Dramaturgia: Christian Saldívar.
En escena: Moyra Silva, Sylvia Majo, Joaquín Escobar, Antonio Arué, Juan Manuel Calderón.
Diseño de vestuario: Patty Q. Madueño.
Diseño de iluminación: Mario Ráez.
Diseño de escenografía: Adriana Bickel.
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