‘Ñaña’, es el nombre de la obra escrita y dirigida por Claudia Tangoa que se presenta en Amaru Casa Cultural del distrito de Barranco. La sala de esta vieja casona ha sido acondicionada con sillas y muebles, buscando la visibilidad de los espectadores y, a la vez, tratando de no perder la calidez y la cercanía. Ello favorece a la atmósfera íntima del espectáculo.
‘Ñaña’ presenta la historia de dos hermanas desde la perspectiva de una de ellas: la mayor. Ella es una joven limeña cuya familia, originaria del oriente peruano, adopta y se hace cargo de una joven en estado de abandono.
La sucesión de anécdotas que conforman la dramaturgia de esta obra es planteada desde el lenguaje narrativo y el dramático; sumando a ello distintas capas de realidad.
Así, al inicio del montaje las actrices se presentan y exponen, desde su rol de intérpretes, el contexto de la obra. Se dirigen al público y, rompiendo la cuarta pared, narran las circunstancias en las cuales la madre de la hermana mayor se vincula con la niña.
La mujer se entera que la menor ha sido violada por su padrastro y se hace cargo de la denuncia policial. Posteriormente, luego de que la niña pasa varios años bajo custodia del Estado, la familia logra acogerla y trasladarla a Lima.
Esta parte introductoria se sostiene en los monólogos de las actrices -que alternan roles como intérpretes y como personajes – y por breves inserciones de diálogos o representaciones de las situaciones narradas.
Este juego de narración-actuación es administrado con tino, tanto a nivel rítmico como informativo. Y permite que la obra decante paulatinamente hacia el universo del lenguaje dramático.
Ello sucede en lo que podría identificarse como la segunda parte del montaje. Ésta se sostiene en la dinámica de interacción entre las dos hermanas: la mayor, ofreciendo soporte y contención; la menor, no siendo capaz de adaptarse a su nueva vida.
La estructura dramatúrgica concatena una serie de situaciones cotidianas y desacuerdos periódicos para conformar, progresivamente, lo que será el conflicto central de la obra: la contradicción entre el anhelo de la hermana mayor de acoger a la joven, y las dificultades de ésta para adaptarse a su vida en Lima.
Es aquí donde ‘Ñaña’ asume uno de sus mayores riesgos. Y es que, al plantearse la historia desde la perspectiva de la hermana mayor, es su universo cultural -imaginario de vida, de trabajo, de vivienda, de relaciones- el que entra en conflicto con el de la joven adoptada. Así, se camina por el borde de una mirada limeñocentrista sobre ‘el deber ser’.
Sin embargo, el fino trabajo de las intérpretes, con su cuidado detalle en las miradas, gestos, sonrisas y reacciones, transmite complicidad y empatía. Y desde esa empatía expone el grado de complejidad de la relación entre los personajes.
Quizá la mejor muestra de ello es el momento en que la joven logra ponerse en contacto con su antigua familia, con el fin de retornar a su pueblo. Y es que el trabajo actoral expone tanto la emoción de quien llama, lista para partir, como la mezcla de decepción, alegría y alivio de su hermana y cuidadora.
Así, ‘Ñaña’ -con profunda atención en los detalles del texto y la puesta en escena- invita al público a dejar atrás sus premisas culturales y sociales para empatizar desde la sonrisa, la emoción o el dolor.
‘Ñaña’ sale del circuito de salas tradicionales de la ciudad de Lima y se adapta con solvencia a las características de una vieja casona barranquina. El espacio escénico está delimitado por una alfombra y un breve pasillo. En este territorio se representan diferentes ambientes geográficos y temporales. Para ello se recurre a una escenografía y utilería mínimas: un par de sillas y algunos cambios de vestuario.
Algo aparatosa resulta la instalación de luces. Pero ésta no afecta la perspectiva del montaje. Y es que todos los equipos se encuentran fuera de escena. Con ello, el intimismo de la puesta se ve favorecido con el delicado y eficiente diseño lumínico con que cuenta.
Finalmente, la música y la proyección de videos aportan en la construcción de atmósferas narrativas y poéticas, además de ofrecer alternativas rítmicas al montaje.
‘Ñaña’ es una obra que habla del abandono, del abuso y de los espirales de violencia. De la salud mental y del descuido por parte del estado de las poblaciones más vulnerables.
Plantea una batalla (todavía) perdida por el encuentro, pese la distancia cultural. Se acerca al planteamiento de un ‘deber ser’ desde occidente-Lima, pero reta al público a la posibilidad de conocer otras formas de sentir.
[Lucy: “…y de vez en cuando dirijo mis obras de teatro”.
Elisa: “¿Y por qué de vez en cuando”.
Lucy: “Porque es difícil. El teatro es complicado, demanda mucho esfuerzo, mucha plata. Es jodido”.
Elisa: “Ah, no te gusta”.
Lucy: “No. Sí me gusta. Lo que pasa es que, ¿cómo te explico? Cansa. El teatro cansa”.
Elisa: “La chacra también cansa. Pero me gusta”].
Así, con inteligencia y ternura, ‘Ñaña’ cumple con la misión de confrontar dos universos distintos que viven dentro de un mismo país.
(*) Imagen tomada de aquí.
Dramaturgia y dirección: Claudia Tangoa.
En escena: Anahí de Cárdenas, Verony Centeno.
Asistencia de dirección: Telmo Arévalo.
Dirección Audiovisual: Julián Amaru Estrada, Rodo Abdias Arrascue.
Dirección Musical: Alejandro Rivas, María Laura Bustamante.
Dirección de arte: José Balarezo.
Diseño de iluminación: Julián Amaru Estrada, Rodo Rodolfo Arrascue.
Producción ejecutiva: Silvia Tomotaki.
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