En el auditorio del Centro Cultural El Olivar se viene presentando ‘Dramatis personae’, escrita por Gonzalo Rodríguez Risco y dirigida por Ernesto Barraza Eléspuru. La producción del montaje está a cargo de Break.
En ‘Dramatis personae’ tres jóvenes escritores, dos de ellos inéditos, se reúnen para llevar a cabo sesiones creativas. En ellas comparten sus ideas, dudas y obsesiones vinculadas a sus futuras obras. El lugar de reunión es un departamento ubicado frente a una residencia en la cual un grupo terrorista ha perpetrado un secuestro masivo (*).
La dramaturgia propone una progresión paulatina de diferentes situaciones. Por un lado, se aprecia cómo cada escritor lidia con su proyecto y sus personajes, además de los paralelos que portan éstos con su propia vida. En simultáneo se desarrolla una serie de dinámicas entre los tres escritores: los celos y la admiración de los jóvenes hacia el mayor de ellos, el triángulo amoroso (¿o solo sexual?) entre la joven mujer y los dos varones, y la develación de un secreto. Finalmente, fuera de la casa, los disparos y las explosiones son la señal de la violencia que ocurre en el mundo real.
La oposición entre los hechos del ‘mundo exterior’ (explosiones, disparos, secuestros, toque de queda) y la introspección compartida de los escritores potencia la sensación de vacío, soledad, indiferencia y vanidad que acompaña a estos personajes. Y es que, mientras afuera se vive una guerra, ellos solo se ocupan de sus personales obsesiones.
Barraza Eléspuru y su equipo de actores consiguen que estas características de los personajes le aporten al montaje una personalidad particular: gris, sombría, sin esperanza. O, con la esperanza puesta en la siguiente línea a escribir.
La puesta en escena de ‘Dramatis personae’ porta pausas y silencios que reflejan con propiedad la tensión de las relaciones y el vacío de los personajes. Sus pocos efectos sonoros y lumínicos consiguen potentes rupturas rítmicas que, sin apelar a grandes recursos técnicos, ponen en juego las dinámicas de la violencia ‘exterior’.
Este manejo del pulso de la obra fortalece la atmósfera de misterio que acompaña el desarrollo del montaje y, en especial, las interacciones entre los escritores y sus personajes. Y es que ‘Dramatis personae’ plantea diferentes planos ficcionales al confrontar a los autores con sus propias creaciones.
Estos encuentros permiten a los autores desentrañar el origen de sus obsesiones, encontrar caminos para el desarrollo de su escritura y, cómo no, descubrirse a sí mismo.
Es en la irrupción de estas escenas, especialmente hacia la parte final del montaje, donde el ritmo general de la puesta en escena se pone en cuestión. Y es que el pulso acompasado de la obra -tan útil para generar misterio o plantear el vacío existencial- genera que los saltos entre planos ficcionales le resten intensidad a la constante de diálogos e intercambios entre los escritores, y entre éstos y sus personajes.
‘Dramatis personae’ propone un acercamiento a la violencia que se vivió entre 1980 y el 2000 desde los límites de la omisión. Los personajes tratan de no involucrarse y sumergirse en sus fantasías. Encerrados en un departamento, mientras más se apartan de la ventana -de la calle- más lejos va quedando la realidad. Y así se conjuga el rol de escapistas con el del hastío de ser víctimas de una época indeseada.
(*) En alusión directa a la llamada ‘Crisis de los rehenes’ sucedida entre diciembre de 1997 y abril de 1998.
(**) Imagen tomada de aquí.
Dramaturgia: Gonzalo Rodríguez Risco.
Dirección: Ernesto Barraza Eléspuru.
En escena: Alexandra Graña, Stefano Salvini, Francisco Cabrera, Juanjo Espinoza, Malu Gil.
Diseño de sonido: Loko Pérez.
Producción General. Break.