CRÓNICA. Ipacankure

Como parte del XIII Festival de teatro peruano norteamericano, organizado por el ICPNA, se presentó ‘Ipacankure’; la emblemática obra del dramaturgo arequipeño César Vega Herrera. Las funciones de este montaje, dirigido por José Antonio Buendía, se realizaron entre el 13 y el 16 de octubre.

El texto dramático de ‘Ipacankure’ presenta la relación de dos hombres que comparten habitación, comida y cama en medio de un ambiente de pobreza y precariedad. Son dos mercachifles, sobrevivientes de sí mismos y de la realidad social de su tiempo.

Los diálogos y monólogos de los personajes combinan información, reflexión y misterio; y es este último el detonador del conflicto dramático. Pues, la mención de ‘Ipacankure’ -y la imposibilidad de explicar quién es o qué significa- da inicio a las reflexiones e intercambios entre los protagonistas.

De esta manera, el texto devela cercanías y distancias entre los dos personajes, así como cierta extraña complementariedad. Muestra las diferencias de personalidad, y como de ellas surge el afecto y la violencia. Del mismo modo, expone la miseria, la amistad, la soledad, el desvelo y la solidaridad.

Además de lo descrito, un elemento importante del texto dramático es lo que no dice, lo que sugiere o lo que dice a medias. Desde la presencia inicial de un concepto indefinible -‘Ipacankure’- hasta los saltos entre diálogo y monólogo interior -o las frases aparentemente inconexas-, el texto de Vega Herrera destila misterio; mientras delinea un mapa social que no es visible -pues la acción se desarrolla dentro de la habitación- pero sí perceptible.

Así, la obra usa la palabra para informar y, a la vez, construir atmósferas. Es, de manera simultánea, diálogo y confusión, información y poesía. Poesía urbana. Poema urbano marginal.

El ‘Ipacankure’ presentado en la sala del IPCNA transcurre con corrección a partir de la enunciación del texto, de la relación de los personajes y de la presencia de los elementos de utilería que el texto solicita.

La puesta en escena toma una porción del centro del escenario. Define el espacio escénico con una pequeña tarima sobre la cual se ubica el catre que comparten los protagonistas. Fuera de éste solo queda lugar para colocar sus pocas pertenencias. De esta manera, la tarima y el catre, en medio de un espacio de dimensiones mayores, presentan a los personajes aislados de cualquier posible entorno. Ello potencia la sensación de soledad, encierro y atemporalidad.

Dirigida la mirada del espectador hacia el reducido espacio donde los personajes se relacionan, el montaje de Buendía desarrolla la anécdota de los dos personajes, va hacia adelante y confía en la solvencia dramática de la obra de Vega Herrera.

Sin embargo, este texto requiere de una lectura que trascienda su anécdota. Demanda una mirada que atienda a sus tensiones y contradicciones; una valoración de su sonoridad, su poética, sus saltos entre el diálogo y el monólogo interior. Solicita pausas, detenciones y silencios. El texto de ‘Ipacankure’ invita a develar su misterio. Un misterio que no se resuelve con explicaciones o interpretaciones racionales; sino en la exposición de su carácter fragmentario, de su densidad, de la incomodidad frente a lo incomprensible.

El ‘Ipacankure’ de José Antonio Buendía, es  un montaje que opta por la corrección para contar una historia; y logra su objetivo. El director pone atención a la puesta en escena y a desarrollar una adecuada complementación entre los actores. A partir de ello, confía en el discurrir del texto que han elegido.

No obstante, la densidad de la obra de Vega Herrera pone en aprietos al montaje, pues le exige riesgos que no son asumidos. Así, el montaje aborda con apuro la exposición de la anécdota -la historia de dos desdichados- y omite la necesidad del silencio para develar latencias del texto dramático.

(*) Imagen tomada de aquí.

Dirección: José Antonio Buendía.
En escena: Mario La Riva, Anthony Carrillo.
Dramaturgia: César Vega Herrera.
Producción: Nazaret Ortiz.

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