Es uno de esos casos poco usuales donde un evento cultural e independiente tiene más de 5 años replicándose. El ‘Encuentro de Improvisación por contacto bajo la Luna’ congrega, cada mes, a un grupo distinto de bailarines y músicos cuyo deseo es encontrarse desde la ejecución de sus saberes y prácticas.
Este encuentro, que nació como un espacio de improvisación en la vía pública, ha ido mutando y encontrando su camino. En la actualidad, es un proyecto que se desarrolla de manera itinerante en diferentes espacios vinculados a las artes escénicas y de movimiento. Además, incluye actividades pedagógicas, a través de la realización de talleres de prácticas escénicas.
El pasado 26 de septiembre la cita fue en la casa de la compañía de circo y danza ‘Agárrate Catalina’. El taller dictado por José Avilés – miembro del Colectivo Perro Volador – inició la jornada. Ejercicios de movimiento, contacto y desplazamiento, a través de dinámicas personales y grupales, son guiados en un ambiente calmo. Mientras, simultáneamente, van llegando quienes serán participantes del segundo bloque del encuentro: la sesión de improvisación por contacto.
El equipo que organiza el encuentro se reparte labores. Y como en muchas actividades independientes, los colaboradores cumplen más de una función. Así, por ejemplo, quienes atienden en la puerta se dan el tiempo para ser parte del taller. También se observa a alguno de los talleristas incorporar, por momentos, su cámara de video y registrar fragmentos de la sesión. Incluso, Renzo Zavaleta, artífice principal de este encuentro, participa como tallerista; siendo un facilitador desde la práctica. Este accionar múltiple, por parte de los involucrados, no genera caos; por el contrario, construye la atmósfera de libertad que será propicia para incitar al movimiento y al encuentro.
Antes de concluir el taller, los participantes tienen una breve conversación de intercambio y evaluación. Comparten sensaciones y puntos de vista. Muchos de ellos no se retiran; toman un breve descanso y reingresan al espacio de trabajo. También serán parte de la improvisación grupal.
Mientras tanto, el espacio empieza a ser tomado por los recién llegados. Así, quienes participarán del encuentro, se distribuyen a lo largo del salón e inician su calentamiento. De igual modo, dos músicos buscan su lugar e instalan sus equipos. Raúl Jardín – con sus sintetizadores – y Veronik Valium – con su voz y el vibrar de una flauta traversa – se encargarán de proponer un ambiente que genere, poco a poco, una energía colectiva compartida.
Poco después Renzo Zavaleta da la bienvenida a los participantes, y así empieza formalmente el encuentro. Sin embargo, muchos cuerpos ya han iniciado su proceso de reconocimiento. Y es que el compartir intereses, espacio y la voluntad de estar ahí, son razones suficientes para ir en la búsqueda del otro.
Los sonidos viajan de lo sintético a lo vibracional, de referencias tribales a voces que invitan a la ensoñación. En medio de esta atmósfera los cuerpos van tomando riesgos en su encuentro. Dúos, tríos y grupos se juntan y se alejan; componiendo, en distintos puntos del espacio, imágenes simultáneas y fugaces.
Las diferencias técnicas y formativas – el grupo de participantes está compuesto por bailarines de distintos niveles, actores, científicos sociales y aficionados – no son obstáculo para reconocerse con – y en – el otro. Y aquí cabe resaltar la acción de los colaboradores del Colectivo Perro Volador; quienes, siendo parte de la masa en movimiento, se dan el tiempo para observar que todos los participantes se encuentren integrados.
Son más de las 10.00 p.m. cuando concluye la improvisación física. Más no lo hace el encuentro; aún hay tiempo para compartir unas frutas o un sorbo de agua. Para comentar sensaciones e intercambiar puntos de vista.
¿Cómo se logra que más de 30 personas lleguen – por su propia voluntad – a un lugar con el único objetivo de encontrarse con otros a través del movimiento?, es una de las primeras preguntas que surgen al concluir el encuentro. Más aún, al conocer que esta dinámica se repica mensualmente.
La siguiente pregunta sería cómo hacer que estas dinámicas puedan tener un mayor alcance?
Por lo pronto, espacios adecuados para trabajar, costos accesibles, la inclusión de un espacio pedagógico y un equipo con voluntad de continuidad y crecimiento; son razones para especular que cada encuentro será un motivo para juntarse desde el cuerpo.
(*) Texto escrito a partir de la observación del ‘Encuentro de Improvisación por contacto bajo la Luna’ realizado el sábado 26 de septiembre del 2015 en ‘Agárrate catalina’.